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Cruising gay: de los orígenes clandestinos a la era digital

Hay algo fascinante en darse cuenta de que el cruising gay —esta práctica de buscar encuentros íntimos en espacios públicos o semipúblicos— atraviesa los siglos con una constancia inquietante. Desde los callejones oscuros de la Florencia renacentista hasta las notificaciones de Grindr que vibran en nuestros bolsillos hoy, es una historia de supervivencia, ingenio y deseo que se niega a someterse a las normas… pero también de violencia, redadas policiales y vidas rotas. Porque no podemos romantizar esta historia sin mirar de frente la represión brutal que la acompañó.

Índice de contenidos

El cruising gay no es solo una curiosidad histórica o una anécdota subidita de tono. Es un hilo conductor que atraviesa la evolución de la cultura queer, desde las molly houses del Londres del siglo XVIII hasta las aplicaciones geolocalizadas que ahora cartografían en tiempo real los lugares de encuentro. Esta práctica ha evolucionado al ritmo de los trastornos sociales: sobrevivió a las leyes antisodomía que castigaban con la muerte, floreció en las saunas (bathhouses) de los años 70, fue devastada por la epidemia de sida y luego se reinventó con la revolución digital. Y en cada época tuvo que lidiar con la mirada hostil de la sociedad y la vigilancia policial.

Esta guía te lleva en un viaje histórico completo, desde los orígenes clandestinos hasta los códigos sofisticados del hanky code, de la violencia de las redadas policiales a la liberación posterior a Stonewall, del trauma colectivo del sida al surgimiento de Sniffies y Grindr. Descubrirás cómo Walt Whitman codificaba sus deseos en sus poemas, por qué el Central Park neoyorquino fue apodado «Fruited Plain», y cómo Lawrence v. Texas cambió las reglas del juego jurídico en 2003. Porque, en el fondo… comprender de dónde viene el cruising es entender cómo las comunidades queer siempre han encontrado maneras de reconocerse, desearse y construirse, incluso en los contextos más hostiles.
Así que sí, esta historia a veces es dura de escuchar. Pero también es increíblemente resiliente, creativa y portadora de un orgullo que merece conocerse.

Las raíces históricas del cruising gay: del Renacimiento a las molly houses (1400-1800)

Florencia y el Renacimiento: códigos y vigilancia

Mucho antes de que existiera el término «cruising», los hombres atraídos por otros hombres ya desarrollaban códigos secretos para encontrarse. En Florencia, desde el siglo XV, las autoridades registraban más de 17 000 acusaciones de sodomía entre 1432 y 1502… una cifra que revela menos una epidemia que un sistema de vigilancia obsesivo. Los puentes, las iglesias e incluso los talleres de artesanos servían como discretos lugares de encuentro.

Molly houses londinenses: nacimiento de una comunidad

Las molly houses londinenses del siglo XVIII marcan una auténtica revolución en la historia del cruising gay. Estas tabernas clandestinas, como la de Mother Clap en Holborn, ofrecían mucho más que encuentros sexuales: creaban una verdadera comunidad. Los «mollies» desarrollaban allí sus propios rituales, su argot, sus códigos de vestimenta. Algunos se travestían, otros organizaban «bodas» paródicas… Nacía una cultura underground sofisticada, pese a la amenaza constante de la horca.

Vere Street (1810): deseo y represión

El escándalo de Vere Street en 1810 ilustra a la perfección esta tensión entre deseo y represión. Cuando la policía irrumpe en esa molly house, descubre un mundo paralelo organizado, con sus habituales, sus reglas, sus jerarquías. Los juicios posteriores revelan la existencia de una red extendida por todo Londres. Paradójicamente, esa represión feroz da testimonio de la vitalidad de esas comunidades nacientes.

Fundaciones del cruising moderno

Estos primeros siglos sientan las bases del cruising moderno: la necesidad del secreto, la invención de códigos, la creación de espacios alternativos. Desde los jardines de Florencia hasta las tabernas de Londres, una cultura del encuentro clandestino florece a pesar de las leyes antisodomía. Este período revela que el cruising no es solo una práctica sexual, sino ya un acto de resistencia social.

El siglo XIX y los inicios de la cultura moderna del cruising

Whitman: poesía y cuaderno de cruising

Walt Whitman transforma el cruising en poesía. En «Crossing Brooklyn Ferry» (1856) evoca esas miradas intercambiadas en los muelles, esos «encuentros de almas» a orillas del East River. Sus cuadernos íntimos, descubiertos mucho después, revelan un verdadero cuaderno de cruising: nombres, descripciones físicas, lugares de cita… El poeta de la América democrática era también un cruiser meticuloso, que recorría los muelles de Manhattan en busca de jóvenes obreros.

Urbanización: parques y geografía del deseo

La urbanización industrial revoluciona las posibilidades de encuentro. Los parques públicos se convierten en territorios de relativa libertad: Central Park en Nueva York, Hampstead Heath en Londres, las Tullerías en París. Estos espacios verdes ofrecen la oscuridad necesaria, bosquetes discretos, senderos desviados. En las grandes metrópolis se dibuja una geografía del deseo, con sus códigos tácitos y sus horas privilegiadas.

Aseos públicos: el auge del «cottaging»

Los aseos públicos, innovación higienista del siglo XIX, se convierten rápidamente en lugares privilegiados de cruising. En Londres, los «cottages» (apodo de los baños públicos) desarrollan su propio vocabulario: «cottaging» para designar esta práctica específica. Las arquitecturas victorianas, con sus tabiques altos y sus espacios semiprivados, se prestan perfectamente a esos encuentros furtivos.

Redes y legitimación científica

Este período ve nacer las primeras redes organizadas. En Alemania, Magnus Hirschfeld inicia sus investigaciones sobre la homosexualidad, creando un vocabulario científico que legitima estas prácticas. Francamente, hoy se valora poco el coraje que tuvieron aquellos pioneros… El siglo XIX sienta las bases del cruising urbano moderno: espacios públicos resignificados, códigos visuales, redes discretas. Una cultura del encuentro anónimo florece a la sombra de las metrópolis industriales.

La edad de oro de las saunas y la represión policial (1920-1969)

Años locos: catedrales del cruising

Los años locos liberan temporalmente los cuerpos y los deseos. En Nueva York, las saunas proliferan: la Everard, la Lafayette, la St. Marks… Estos establecimientos, oficialmente destinados a la higiene pública, se convierten en las catedrales del cruising gay. El ambiente es único: vapor caliente, toallas blancas, miradas que se prolongan. Los habituales desarrollan sus rituales, sus códigos, sus jerarquías informales.

Vigilancia y entrapment

Pero esta libertad relativa oculta una vigilancia policial constante. Las «vice squads» multiplican las redadas, utilizando agentes provocadores para atrapar a los cruisers. El entrapment se convierte en una técnica policial sistemática: jóvenes policías de paisano incitan en los parques y luego arrestan a sus «víctimas» por solicitud. Estas detenciones destruyen vidas, carreras, familias enteras.

Segunda Guerra Mundial: puertos y permisos

La Segunda Guerra Mundial altera paradójicamente las reglas del juego. En los puertos militares, los permisos crean una economía sexual temporal. San Francisco, Nueva York y Londres ven llegar a miles de jóvenes lejos de casa… Los testimonios de la época revelan una intensidad particular: la guerra vuelve los encuentros más urgentes, más intensos. Algunos descubren allí su sexualidad, otros encuentran amores de guerra.

Posguerra: macartismo y «pánicos lavanda»

La posguerra endurece brutalmente la represión. El macartismo estadounidense, la «caza de brujas» anticomunista, se acompaña de una persecución sistemática de los homosexuales. Los «pánicos lavanda» (Lavender Scares) expulsan a los gays de la administración, del ejército, de la enseñanza. Las saunas cierran una tras otra, los parques son vigilados, los bares, registrados.

Adaptación: códigos de vestimenta y lenguaje corporal

Sin embargo, la cultura del cruising resiste y se adapta. Los códigos de vestimenta se sofisticaron: color de los pañuelos, posición de las llaves, estilo del calzado… Un lenguaje corporal complejo permite reconocerse sin comprometerse. Este período forja la identidad del cruising moderno: placer y peligro mezclados, libertad conquistada en la clandestinidad.

Stonewall y los años 1970: liberación, códigos y leather culture

Junio de 1969: punto de inflexión Stonewall

Los disturbios de Stonewall en junio de 1969 lo cambian todo. Por primera vez, la comunidad gay responde masivamente a la represión policial. Esta revuelta libera una energía creativa extraordinaria: en pocos años, el cruising sale de la clandestinidad para florecer a plena luz. Las saunas reabren, se multiplican, se asumen plenamente.

Hanky code: sofisticación máxima

El hanky code alcanza su sofisticación máxima en los años 70. Este sistema de pañuelos de colores permite indicar las preferencias sexuales con precisión quirúrgica: rojo para el fist, amarillo para los juegos de agua, negro para el SM… Llevado a la izquierda, uno es activo; a la derecha, pasivo. Esta codificación revela una comunidad que se organiza, se estructura, reivindica su diversidad.

hanky  code
hanky code

Leather culture: instituciones y rituales

La leather culture explota literalmente. Bares como el Mineshaft en Nueva York o el Brig en San Francisco se convierten en instituciones. La estética del cuero, tomada de motoristas y obreros, se impone como lenguaje de la masculinidad gay. Estos lugares desarrollan sus propias reglas, rituales de iniciación y jerarquías. El cruising se vuelve más teatral, más ritualizado.

Saunas: centros comunitarios

Las saunas viven su edad de oro absoluta. El Continental en Nueva York puede acoger a 800 hombres simultáneamente… Estos establecimientos ya no son solo lugares de sexo, sino verdaderos centros comunitarios. Allí se cruzan artistas, intelectuales, activistas. Algunos organizan exposiciones, conciertos, debates políticos.

Politización del deseo

Esta década revolucionaria transforma el cruising en un acto político. Asumir la propia sexualidad y vivirla libremente se convierte en un gesto de resistencia. Los años 70 demuestran que otra sociedad es posible, donde el deseo puede expresarse sin vergüenza ni secretos. Una lección de emancipación que sigue resonando hoy.

La epidemia de sida y la transformación del cruising gay (1980-2000)

1981-1985: pánico y cierres

1981: aparecen los primeros casos de un misterioso «cáncer gay» en Nueva York y San Francisco. En pocos meses, la epidemia de sida altera radicalmente el universo del cruising. Se instala el pánico y las autoridades cierran masivamente las saunas. Nueva York las prohíbe en 1985, San Francisco le sigue… Toda una cultura parece condenada a desaparecer.

Resiliencia: ACT UP y sexo más seguro

La comunidad gay muestra una resiliencia extraordinaria. Ante la inacción gubernamental, se organiza: ACT UP moviliza, las asociaciones informan, las fiestas de sexo más seguro reinventan la sexualidad. El cruising se adapta, integra los preservativos y desarrolla nuevas prácticas. Lejos de desaparecer, evoluciona hacia más conciencia y responsabilidad.

Vínculo social e intensidad emocional

Paradójicamente, este período trágico refuerza ciertos lazos comunitarios. Los grupos de apoyo y las asociaciones de lucha contra el sida crean nuevos espacios de socialización. El cruising a veces se vuelve más emocional, más íntimo. Los testimonios de esta época revelan encuentros de una intensidad particular, marcados por la conciencia de la fragilidad.

Internet (años 90): foros y chatrooms

Internet surge tímidamente en los años 90, ofreciendo nuevas posibilidades. Los primeros foros y chatrooms permiten conocerse virtualmente antes del contacto físico. Esta naciente revolución digital anuncia las mutaciones por venir. Algunos ya ven en ella el fin del cruising tradicional…

2003: Lawrence v. Texas, giro jurídico

La sentencia Lawrence v. Texas de 2003 marca un hito jurídico mayor: el Tribunal Supremo de Estados Unidos invalida definitivamente las leyes antisodomía. Esta victoria legal, impensable unas décadas antes, legitima por fin prácticas seculares. El cruising sale definitivamente de la ilegalidad, aunque sigue socialmente estigmatizado. Se cierra una página, se abre otra.

El cruising gay en la era digital: de Internet a las apps geolocalizadas (2000-2025)

Años 2000: Adam4Adam, Manhunt, Gaydar

La revolución digital transforma radicalmente los códigos del cruising. Adam4Adam, Manhunt y luego Gaydar en los años 2000 permiten «cruisear» desde el salón. Se acabó la incertidumbre de las miradas cruzadas en los parques: los perfiles detallados y las fotos explícitas racionalizan el encuentro. Esta nueva eficacia seduce, pero también irrita a los nostálgicos del «cruising de verdad».

2009: seísmo Grindr y geolocalización

La llegada de Grindr en 2009 supone un seísmo. La geolocalización lo revoluciona todo: saber que un hombre disponible está a 50 metros cambia por completo las reglas. La inmediatez se vuelve reina, la espontaneidad recupera sus derechos. En pocos años, la app conquista a millones de usuarios en todo el mundo.

Sniffies: cartografía en tiempo real

Sniffies lleva la lógica aún más lejos cartografiando literalmente el cruising. Esta plataforma web muestra en tiempo real a los usuarios conectados, sus desplazamientos, sus interacciones. Los parques, las áreas de autopista y los centros comerciales recuperan una visibilidad digital. El cruising físico y el digital se fusionan en una experiencia híbrida inédita.

Debates generacionales

Esta mutación suscita debates apasionados en la comunidad. Los mayores lamentan la desaparición de los códigos sutiles, el arte de la seducción progresiva, la dimensión misteriosa de los encuentros anónimos. Los más jóvenes, nacidos con el smartphone, no entienden esa nostalgia. Para ellos, la eficacia de las apps libera tiempo para otras actividades.

Hoy: reinvenciones permanentes

Hoy, el cruising se reinventa constantemente. Las sex parties organizadas vía Telegram, los eventos efímeros geolocalizados, las nuevas apps de realidad aumentada… La tecnología ofrece posibilidades infinitas. Pero, en el fondo, la esencia sigue siendo idéntica: esa búsqueda universal de conexión, de placer, de encuentro con el otro. El cruising gay, de las molly houses a las aplicaciones, cuenta en definitiva la misma historia: la del deseo que siempre encuentra su camino.

Memoria, resiliencia y continuidades

Esta inmersión en la historia del cruising gay revela mucho más que una simple evolución de las prácticas de encuentro. Es la historia de una comunidad que supo transformar cada obstáculo en oportunidad de innovación, cada represión en fuente de creatividad. Desde las molly houses de Londres hasta las apps geolocalizadas de hoy, el cruising siempre ha sido un laboratorio social donde se ensayan nuevas formas de sociabilidad y expresión identitaria.

La historia del cruising gay también nos enseña la importancia crucial de la memoria colectiva. Demasiados testimonios, archivos y lugares han desaparecido, llevándose consigo enteros capítulos de esta cultura. Preservar estos relatos es honrar la resiliencia de generaciones que arriesgaron su libertad y, a veces, su vida para vivir auténticamente sus deseos y construir espacios de libertad.

Preguntas frecuentes

¿De verdad empezó el cruising gay en el Renacimiento?

Los historiadores siguen debatiendo la cronología exacta. Lo que sabemos es que Michael Rocke documentó en «Forbidden Friendships» redes de encuentros homosexuales en Florencia desde los años 1400, con lugares precisos donde los hombres se reunían. Pero atención: hablar de «cruising» para esa época es anacrónico. El término y la práctica codificada son mucho más tardíos, más bien de finales del siglo XIX. Lo que se observa en el Renacimiento son formas embrionarias de sociabilidad homosexual en el espacio público, aún no el cruising tal como lo conocemos.

¿Qué es exactamente una «molly house»?

Las molly houses eran tabernas o casas privadas londinenses del siglo XVIII donde se reunían hombres homosexuales (llamados «mollies»). A diferencia de los parques o los aseos públicos, eran espacios semiprivados con una auténtica cultura interna: apodos, códigos de vestimenta e incluso, a veces, ceremonias paródicas de boda. La más conocida, la de Margaret Clap, fue desmantelada en 1726 durante una redada que condujo a varias ejecuciones. Estos lugares anticipan los bares gays modernos, pero en un contexto de criminalización total donde la sodomía se castigaba con la muerte.

¿Walt Whitman practicaba realmente el cruising?

Whitman, evidentemente, nunca lo explicitó en público. Pero sus cuadernos personales y su correspondencia con Peter Doyle sugieren con fuerza que frecuentaba los waterfronts de Brooklyn y Manhattan para conocer a otros hombres. «Crossing Brooklyn Ferry» está lleno de dobles sentidos que los lectores queer de la época entendían perfectamente. El historiador Martin Duberman y otros analizaron su vocabulario codificado. Whitman representa ese momento clave en que emerge el cruising urbano moderno, incluso antes de que existiera el término.

¿Por qué fueron tan importantes las saunas en los años 70?

Porque ofrecían algo inédito: espacios donde los hombres gays podían encontrarse abiertamente, sin vigilancia policial constante, en un entorno que no era únicamente sexual. Sí, el sexo era central, pero las saunas funcionaban también como centros comunitarios donde se leía, se conversaba y se creaban lazos de amistad. Tras Stonewall se convirtieron en símbolos de liberación. Por eso su cierre masivo durante la epidemia de sida se vivió como un doble trauma: sanitario Y político. Las autoridades utilizaron la salud pública para volver a la represión de antes.

¿El hanky code se usaba de verdad o es un mito?

Ambas cosas. Sí, existió, sobre todo en la comunidad leather de San Francisco y Nueva York en los años 70-80. El principio: un bandana en el bolsillo trasero izquierdo o derecho, con colores que indicaban preferencias sexuales precisas. Pero su uso fue menos universal de lo que se cree. Algunos lo conocían perfectamente, otros lo usaban de forma aproximada y muchos no lo practicaban en absoluto. Se convirtió en una especie de folclore comunitario, exagerado con el tiempo. Lo cierto es que da fe de una época en la que el cruising aún requería códigos sofisticados para sortear la vigilancia y aclarar rápidamente las expectativas.

¿Cómo cambió concretamente la epidemia de sida el cruising?

De tres maneras principales. Primero, los cierres: Nueva York cierra sus saunas en 1985, San Francisco también; decenas de lugares desaparecen. Después, el miedo: incluso en los espacios que permanecieron abiertos, muchos hombres dejaron por completo el cruising por terror al contagio. Por último, la adaptación: quienes continuaron desarrollaron prácticas de sexo más seguro, redefiniendo lo aceptable. Paradójicamente, algunos espacios al aire libre vivieron un repunte porque escapaban a la vigilancia sanitaria. Pero, en general, la década de 1980-1990 marca una ruptura violenta. Toda una generación desaparece y, con ella, una transmisión cultural que ya nunca se hará del mismo modo.

¿Por qué es tan importante Lawrence v. Texas?

Porque en 2003 el Tribunal Supremo estadounidense invalida de un plumazo todas las leyes antisodomía que subsistían en 14 estados. Antes de eso, dos hombres sorprendidos juntos podían ser detenidos legalmente y condenados penalmente. Lawrence v. Texas no legaliza el «cruising» como tal, pero retira el arma jurídica principal que la policía utilizaba para hostigar a los hombres gays en el espacio público. Es un giro simbólico enorme, aunque en la práctica el acoso policial no desaparece de la noche a la mañana. Algunos agentes siguen utilizando otros pretextos: ofensa al pudor, alteración del orden público…

¿Grindr mató el cruising físico?

Es la pregunta que obsesiona actualmente a los historiadores queer. La respuesta honesta: en parte, pero no del todo. Grindr (lanzado en 2009) hizo el cruising infinitamente más eficaz y seguro. ¿Para qué arriesgarse a ir a un parque de noche si se pueden filtrar perfiles desde el sofá? Los lugares históricos de cruising se han vaciado, es innegable. Pero, paradójicamente, apps como Sniffies cartografían y «gamifican» el cruising outdoor, creando una forma híbrida. Y algunos siguen prefiriendo la espontaneidad del encuentro físico no mediado por la pantalla. El cruising no ha muerto, está mutando. Lo que ha desaparecido sobre todo es la necesidad cultural: antes era la única vía. Ahora, es una elección.

¿Ha habido cruising gay fuera de Estados Unidos y el Reino Unido?

Evidentemente. Hampstead Heath en Londres es célebre, pero el Bosque de Boulogne en París tiene una historia igual de rica desde el siglo XIX. Berlín en los años 20 tenía una escena de cruising extraordinaria antes de que los nazis la destruyeran por completo. Ámsterdam, Barcelona, Río de Janeiro… cada gran ciudad desarrolló sus propios lugares, con códigos e historias propias. El problema es que la historiografía es extremadamente anglocéntrica. Carecemos de investigaciones sobre el cruising en contextos no occidentales, en Asia, África y América Latina. Está empezando a cambiar, pero lentamente.

¿Las mujeres queer han tenido sus propias prácticas de cruising?

Sí, pero mucho menos documentadas y con dinámicas diferentes. Las lesbianas desarrollaron sus propias redes de sociabilidad, a menudo centradas en bares o espacios privados más que en lugares públicos. La diferencia principal: las mujeres sufrían (y sufren) una vigilancia del espacio público marcada por el género diferente a la de los hombres. El cruising tal como se describe históricamente es mayoritariamente una práctica masculina. Reconocerlo no es borrar a las mujeres queer; es constatar una realidad sociohistórica ligada a las relaciones de poder de género. Pero sí, ha habido lugares lésbicos de ligue en espacios públicos, especialmente en algunos parques o playas, solo que mucho menos visibles en los archivos.